Carta de una madre InSer que logró cumplir su sueño de formar una familia
Una madre de InSer nos cuenta su lucha para tener hoy el mayor sueño de su vida en sus brazos.
“Sólo se necesita voluntad para seguir los sueños”.
Queridas futuras familias:
Sé que son muchas las parejas que hoy se sienten derrotadas por no poder tener un bebé. Sé que son muchas las personas que hoy se sienten tristes, desesperadas y frustradas por no encontrar el camino que los lleve a convertirse en padres. Pero sé también que la fe mueve montañas y por eso hoy quiero compartir mi historia para que sean muchas más las parejas que persistan a pesar de las dificultades.
Como todas las parejas, desde que me casé con mi esposo siempre soñamos con tener una gran familia. La ilusión de ser padres la tuvimos claras desde nuestro noviazgo, y por eso, justo después de nuestra boda, empezamos con la tarea de encargar un bebé.
Éramos una pareja joven con muchos proyectos por delante. Estábamos tan enamorados como desde el primer día, y por ese amor que ambos sentíamos decidimos que no íbamos a esperar: entre más rápido tuviéramos a nuestro bebé, más felices seríamos. Nuestro mayor anhelo era ser papá y mamá, y nuestra felicidad dependía en gran parte de cumplir ese sueño.
Cada mes nos alegrábamos con la idea de que ese sería el mes de nuestro positivo. Pero los días, las semanas y los meses pasaban y no veíamos cumplir nuestro sueño. Al principio pensábamos que era por el típico estrés de una pareja recién casada, entonces ensayamos con ejercicio y una alimentación más sana. A pesar de nuestra buena voluntad de tener una vida más tranquila y saludable, el bebé no llegaba.
Cuando cumplimos un año de casados decidimos ir al ginecólogo. Después de unas pruebas de laboratorio y unas ecografías, este nos recomendó ir a un experto en fertilidad. No lo podíamos creer. Pensábamos que no teníamos un mayor problema, que todo se solucionaría con un tratamiento fácil, que nosotros no podíamos tener una dificultad tan grande. Al principio lloré y me angustié mucho, pero después de un tiempo tomamos la decisión de ir a ese especialista que nos habían recomendado. Con mucho miedo de escuchar lo que no queríamos escuchar, pedimos la cita en la clínica Inser. Hablamos con el doctor, le mostramos los exámenes que nos habíamos hecho meses atrás, y después de otras ecografías, nos confirmó nuestro diagnóstico: mis trompas estaban obstruidas y por eso no tenía ovulación ni lograba embarazarme. El mundo se nos vino encima.
Al principio, ensayamos con un tratamiento de inducción a la ovulación, pero sólo logramos un embarazo bioquímico. Ahí, el médico nos recomienda la inseminación como alternativa para lograr tener un embarazo. Después de cuatro intentos, sólo tuvimos un embarazo que perdimos en la octava semana. Es ahí cuando el doctor nos habla de la Fertilización In Vitro como la última alternativa para tener a nuestro bebé. Yo no quería seguir: fueron meses de mucha angustia, de mucho dolor. Cada vez que nos confirmaban otro negativo, cuando casi tuvimos un embarazo y lo perdimos, yo me llené de desconfianza, de tristeza. Yo iba a tirar la toalla, pero el doctor me llenó de esperanzas, y mi esposo también me dijo que no iba a dejarme sola en este camino. Me dije: es mi último intento, ya llegué hasta aquí y no pienso rendirme. Mi sueño está al otro lado del miedo que hoy tengo.
Y fue así cuando, en el segundo ciclo de FIV, llegó mi esperado embarazo. No lo podía creer. Estábamos felices pero a la vez muy temerosos de que algo malo sucediera otra vez. Pero semanas después nos confirmaron que no sería una sino dos las alegrías que llegarían a nuestras vidas: tendríamos gemelas, unas niñas sanas y perfectas que hoy llenan nuestro hogar de amor y ternura, las hijas más deseadas que cualquiera pudiera imaginar.
Yo sé lo que se siente oír a un doctor cuando te dice que no puedes tener hijos. Yo sé lo que se siente cuando un resultado no es el que esperas, cuando tienes toda la fe puesta en un castillo que se derrumba. Yo sé que es esperar en vano, escuchar un No una y otra vez. Pero también sé lo que es la esperanza, la fe, la confianza puesta en un sólo sueño. Y ahora lo vivo, lo disfruto y lo abrazo todos los días de mi vida. Ahora sé que todo valió la pena, que crecimos como pareja, como personas, con el único fin de ser los mejores padres para las hijas que nos estaban esperando, tal y como nosotros las estábamos esperando a ellas.
Se trata de nunca rendirse. Se trata de luchar por el único, el mejor y el mayor sueño de nuestras vidas.