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Esther y Michael | Curaçao

Para muchos puede ser cualquier historia, pero para mí es sin duda la más importante, porque me sucedió a mí.  Me case con un hombre maravilloso al que amaba en ese entonces y al que sigo amando con todo mi corazón.

Llevábamos cuatro años casados y nos programamos para tener un bebé, y realmente lo que parecía tan sencillo, resultó ser un camino largo por recorrer… Después de intentarlo durante meses buscamos ayuda profesional.  De pronto mi mente y mi alma se llenaron de dudas, y  lo peor de temores.

Todos los diagnósticos apuntaban a que yo tenía problemas, y empezaron  los tratamientos; no fue nada sencillo, al  contrario fue complicado y en algunos momentos doloroso.  En realidad, los dolores físicos no eran lo peor, lo peor era la angustia de ver que cada intento no daba resultado.

Por mi mente pasaban muchas cosas, el sentir que de alguna forma le fallaría a ese ser maravilloso que tenía a mi lado como esposo, era lo peor.  El pensar que quizás nunca iba a tener el fruto de nuestro amor creciendo dentro de mí, era frustrante.  El sentir la presión de mi familia que ansiaba la llegada de un nuevo bebé.

Todas estas cosas te ponen nerviosa, pero creo que Dios me premió con la mejor de las suertes dándome un ser tan cariñoso y comprensivo.

Por él y nada más que por él y aún sin saber que pasaba por su mente, ni cuáles eran sus temores decidí seguir adelante y a quién quiera oír mi testimonio les contaré que Dios, ese ser supremo que siempre está con nosotros puso un ángel en mi camino.

El destino, la clínica en Medellín y mi ángel, mi doctor, que con su paciencia y calidad humana empezó a tratarnos y a darnos esa esperanza que en muchas ocasiones creí perder.

Tras muchos exámenes, se decidió hacerme una inseminación artificial; tres intentos fallidos, entre ir y venir, porque nos teníamos que desplazar de Manizales a Medellín.  Se tomó la decisión de Inseminación con ICSI y 15 días después lo que tanto anhelábamos se hizo realidad, nuestro sueño crecía dentro de mí; soñaba con mi bebé, quería que se pareciera a su padre, pero algo andaba mal.  Enfermé de toxoplasmosis y hepatitis A e inevitablemente perdí a mi bebé, me quedé otra vez con las manos vacías, y nuevamente a esperar recuperarme, al menos físicamente para volverlo a intentar; la parte psicológica tarda más en sanar, pero también se supera.

Así que no había de otra que seguir adelante, y sí, nuevamente ICSI.  Muchos más temores, muchas más dudas, pero para adelante y ahora con más fuerza, porque también lo tenía que hacer por ese bebé que había perdido.

Los resultados, maravillosos.  Mi segundo embarazo, no fue nada fácil, fue de alto riesgo; pero hoy cuando miro a mi hijo me doy cuenta que todo valió la pena, que no hay obstáculo que no se pueda superar, que cuando se anhela algo, sólo debes ansiarlo con todo el corazón, que lo más lindo es ver a mi esposo al lado de su hijo enseñándole a crecer y que seguro mi hijo tiene un angelito en el cielo que siempre cuidará y guiará sus pasos, porque además es su hermanito.

En todo este proceso de reproducción asistida hay una recompensa y satisfacción muy grande para los futuros padres, y es el estar allí presente y sentir el momento mismo de la concepción, sentir y ver  a cada paso cómo se forma ese nuevo ser que le da todo el sentido maravilloso a tu vida. El sentir su corazón, sin aún tener a tu bebe entre tus brazos.

Estoy segura y puedo afirmar sin duda alguna, que esa semilla (así la suelen llamar algunas mamás) para las mujeres que vivimos esta experiencia, desde el primer momento es nuestro hijo, nuestro bebé que cada día crece y crece en nuestro vientre, en nuestra alma y en nuestro corazón.

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